martes, 10 de agosto de 2010

Humor gráfico y análisis del chiste



Chistes gráficos
















Caricatura de Quino, humorista gráfico argentino.


Situación inicial: En la calle, un hombre asesina a otro y está guardando el arma cuando llega un agente de la policía. La apariencia de cada uno de los personajes ayuda a reconocer su papel en la escena del crimen. El atuendo del pistolero refuerza el estereotipo del “gánster” y su actitud de total despreocupación indica que se trata de un profesional realizando uno de sus “trabajos”. El policía, con su uniforme y su pose enérgica, refuerza la idea de autoridad.

Disyunción: La señal de “prohibido fumar” y la expresión enfática del policía indicando la señal de prohibición.

Final esperado: El dibujo perdería el chiste si, por ejemplo, el policía detuviera al agresor por asesinato. Ese sería un desenlace predecible que no causaría risa.

Final inesperado: Es el que se muestra en el dibujo: el policía ni se da cuenta del hombre tiroteado en el piso y, para nuestro asombro, se muestra inflexible ante la violación de la prohibición de fumar.

Desconcierto: En un comienzo no entendemos qué tiene que ver la escena del crimen con la expresión enfática del policía indicando la señal de prohibición.

Desciframiento: Es el momento en el que entendemos la ironía del caricaturista: que para la autoridad pública (la ley) el delito de fumar en la vía pública es más delicado que el mismo asesinato. Esa flagrante inversión de los valores es el motivo de la sátira que compartimos con el humorista.
Tipo de chiste: Es un chiste hostil, que expresa de una manera satírica la indignación del artista con respecto al cinismo y la doble moral de las instituciones encargadas de impartir justicia. Cumple una función social.














Caricatura de Ludo Goderis, humorista gráfico belga.

Situación inicial: Vemos el desfile una banda musical en el que pasa cada intérprete ejecutando su propio instrumento. El formato horizontal de la escena refuerza la idea del paso rítmico de los músicos. El recorrido de la mirada va de izquierda a derecha, coincidiendo con el sentido de lectura habitual de un texto.

Disyunción: En esta caricatura el elemento disyuntivo es muy fácil de apreciar, pues es muy evidente: al final del recorrido visual el ojo se detiene en el músico que yace en el piso, y que rompe con la regularidad de la marcha.

Final esperado: Podemos imaginar un desenlace sin humor muy simple: el hombre de los platillos marchando y tocando como sus compañeros. Otro final sin sorpresa podría ser el del mismo personaje acostado, durmiendo. En tal caso, al faltar otros elementos que justifiquen por qué el hombre está acostado mientras los demás marchan, se pierde el efecto del chiste.

Final inesperado: Pero lo que vemos realmente en el dibujo es que el hombre de los platillos tiene aun los brazos extendidos y un objeto clavado en el pecho. Es un hecho curioso, inesperado.

Desconcierto: Inicialmente no vemos por qué el hombre de los platillos ha caído, y tiene algo clavado en el pecho. ¿Qué tiene que ver este detalle con el resto de la escena?

Desciframiento: Al volver a iniciar el recorrido visual, nos damos cuenta que al bastonero, el primero de izquierda a derecha, se le ha escapado el bastón. El gesto que hace lo demuestra. Si relacionamos este hecho con el del músico herido, como causa y efecto, hemos descifrado el chiste.
Ahora vemos el dibujo de un modo diferente. Realmente no esperamos que suceda en un desfile una coincidencia tan desafortunada como esa; pero el hecho de entender la intención del caricaturista, la exageración y la ocurrencia del relato, lo festejamos a través de la risa.

Tipo de chiste: Es un chiste hostil, que expresa con algo de humor negro cómo ciertas circunstancias, por más extrañas que sean, pueden ser nefastas para la gente. En este sentido, el humor juega un papel defensivo ante la fatalidad que a veces parece signar la vida de algunas personas. Aquí hay una función biológica y social.



















Caricatura de Martirena, humorista gráfico cubano.

Situación inicial: En un primer vistazo, notamos que en un consultorio odontológico, un paciente es empujado hacia la silla dental.

Disyunción: La identidad del paciente es inconfundible: se trata, nada más y nada menos, que del mismísimo Supermán. El dibujante ha resaltado este detalle poniéndole más color a este personaje y su traje, que al resto de los elementos de la escena.

Final esperado: Tratemos de pensar en un desenlace “lógico” para este relato. Si se tratara de un hombre cualquiera temeroso del dentista y que se ha disfrazado de superhéroe, se perdería el efecto humorístico.

Final inesperado: Como no hay más indicios, le creemos al dibujante lo que nos quiere sugerir: que es Supermán, muerto de miedo, negándose a caer en manos del odontólogo.

Desconcierto: Aunque se trata de un chiste evidente, a simple vista, hemos de resolver la pregunta: ¿no se suponía qué el Hombre de Acero sólo le temía a la kriptonita?

Desciframiento: La kriptonita ha de ser más soportable para Supermán que la fresa del dentista.

Tipo de chiste: Es un chiste inocente, pues se divierte recreando una situación cotidiana con personajes ficticios. Sin embargo, el juego de ideas nos ayuda a liberar la angustia que experimentamos ante una acción física que puede causarnos daño. De esta manera, el chiste cumple una función biológica, de naturaleza defensiva.

Chiste verbal

Nora y Nori.

“Nora y Nori van juntas a todos lados. Ayer fueron a cine. En el intermedio, Nora fue al baño y Nori no”.

Situación inicial: Entre mujeres, no es de extrañar que dos amigas vayan juntas, incluso al baño.

Final esperado: Que ambas vayan al baño.

Final inesperado: Lo que leemos: que Nora va al baño y Nori no.

Disyunción: La afirmación “y Nori no”, que pronunciada con rapidez se oye como “y norinó”.

Desconcierto: Durante un tiempo muy breve no captamos el sentido de la disyunción. Es un final inesperado.

Desciframiento: La equivalencia verbal entre “Nori no” y “no orinó” es una figura que en retórica se llama “calambur”. El calambur es un recurso estilístico muy utilizado por cómicos y humoristas y en Colombia podemos apreciar su efecto en comerciales de radio y televisión.

Tipo de chiste: Aunque el chiste presenta superficialmente un juego de palabras, que implica una función de tipo intelectual, también puede contener un comentario sexista. El hecho de que las mujeres vayan juntas a sitios que connotan un cierto nivel de intimidad, puede ser visto como un instinto gregario o como un tipo de “solidaridad de género” del que carecen los hombres. En la imagen de la mujer satisfaciendo una necesidad fisiológica es fácil ver el mecanismo del desnudamiento del que habló Freud cuando describió el chiste tendencioso con orientación sexual.

La esposa del huevo.

“¿Cómo se llama la esposa del huevo? Respuesta: Clara de Huevo”

Situación inicial: Es una pregunta que tiene el carácter de un acertijo.

Final esperado: Que la esposa del huevo tenga un nombre “normal”.

Final inesperado: La esposa del huevo se llama Clara de Huevo.

Disyunción: La palabra “Clara”.

Desconcierto: “Clara de Huevo” suena como un nombre “creíble”, pues Clara es efectivamente nombre de mujer, y la preposición “de” corresponde al apellido de casada usado por algunas señoras. ¿Pero y qué del apellido “Huevo”?

Desciframiento: Sucede cuando nos devolvemos y enlazamos la respuesta con la misma pregunta. La palabra “clara”, es al mismo tiempo la parte “clara” del huevo (adjetivo) y el nombre de una mujer (sustantivo).

Tipo de chiste: En este chiste el juego de palabras también implica una función de tipo intelectual y la intención es divertirse con la ambigüedad del lenguaje. La elaboración del chiste implica algo de ingenio por parte del autor, mientras que el desciframiento por parte del receptor requiere un mínimo de habilidad cognitiva.

lunes, 1 de marzo de 2010

Chiste, comicidad y humor

En su libro “El chiste y su relación con lo inconsciente”, Sigmund Freud analiza los mecanismos del placer que caracterizan y diferencian los tres motivos de la risa que mayor atención han demandado de los estudiosos de este fenómeno: el chiste, la comicidad y el humor.

Freud empieza por dilucidar las diferentes técnicas que permiten producir el chiste, y luego se dedica a indagar, desde la perspectiva de su teoría psicoanalítica, de dónde proviene el placer que propicia esa descarga anímica a la que llamamos risa. Para lograrlo, compara el mecanismo de la elaboración del chiste con la elaboración de los sueños y revela la conexión entre la vida anímica del adulto y su regreso a la etapa infantil.

Al concluir su investigación, logra establecer que el placer del chiste surge de un ahorro de gasto anímico de coerción; mientras que el placer de la comicidad surge de un ahorro de gasto de representación, y el del humor, de un ahorro de gasto de sentimiento.
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Estos tres mecanismos de nuestro aparato anímico provienen del placer de un ahorro que puede ser explicado biológicamente como la tendencia de todo ser vivo a preferir las condiciones y estados que impliquen menor esfuerzo. La euforia que tendemos a alcanzar por estos caminos es el estado de ánimo de una época de nuestra labor psíquica con muy escaso gasto (esfuerzo); esto es, el estado de ánimo de nuestra infancia, en la que no conocíamos lo cómico, no éramos capaces del chiste y no necesitábamos del humor para sentirnos felices en la vida.
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El chiste

El placer que produce el chiste consiste, entonces, en un ahorro de gasto anímico de coerción, entendiendo la coerción, o represión, como todos aquellos obstáculos que las convenciones, normas y demandas socio culturales imponen a la satisfacción de nuestros impulsos vitales. La tendencia economizadora que opera en el chiste, la comicidad y el humor nos produce placer, es decir, nos reduce o evita el despliegue de una cantidad de energía anímica que podría ser útil en otras circunstancias. De este modo, los motivos de la risa nos proporcionan, como sucede con el sueño, un modo de recuperar el equilibrio anímico constantemente amenazado por las exigencias de nuestra vida en sociedad.


Antes de establecer la diferencia en el mecanismo de ahorro de gasto anímico en los tres motivos de la risa: chiste, comicidad y humor, Freud distingue dos clases de chistes: el chiste inocente y el chiste tendencioso. Aunque ambos pueden hacer uso de las mismas técnicas para producir la risa, sospecha que el chiste tendencioso dispone de fuentes de placer inaccesible al chiste inocente. Considera que el chiste inocente cumple solo una función intelectual puesto que no tiene un fin en sí mismo y no se halla al servicio de una intención determinada.

Por otra parte, el chiste tendencioso cumple dos funciones: una función agresiva en el chiste hostil, que está destinado a la agresión, la sátira, o la defensa y una función sexual en el chiste obsceno, destinado a mostrarnos una desnudez. Este tipo de chiste requiere, en general, de tres personas. “Además de aquella que lo dice, una segunda a la que se toma por objeto de la agresión hostil y sexual, y la tercera en la que se cumple la intención creadora de placer del chiste”.

La comicidad

En la comicidad, el ahorro de gasto anímico está relacionado con la forma como nos representamos a nosotros mismos y la comparación que realizamos con otra persona. Esta representación puede darse en el aspecto físico o en el aspecto conductual. Si al hacer esa comparación la otra persona queda reducida a parecer una cosa o a actuar como un muñeco (igual que en las leyes de la comicidad de Bergson) entonces experimentamos una superioridad que nos complace, es decir, que nos produce placer.

Podríamos entonces decir que reímos de una diferencia de gasto entre la persona objeto y nosotros, siempre que en la primera hallamos al niño. Así la comparación de la que nace la comicidad sería la siguiente: «Así lo hace ése− Yo lo hago de otra manera− Ése lo hace cómo yo lo he hecho de niño».

La risa surgirá de la comparación entre el yo del adulto y el yo considerado como niño. En esta comparación tanto el exceso como el defecto de gasto anímico de la otra persona nos resultan cómicos, y este disfrute de nuestra superioridad está relacionado con las condiciones de nuestra niñez, en la que podíamos señalar tales debilidades de las personas sin ningún tapujo. La actuación de alguien disparatado y torpe, por ejemplo, puede revelarnos un exceso de gasto anímico, mientras que las acciones y gestos de una persona tímida nos revelarían una falta de habilidad que asociamos con un defecto de gasto anímico.

Como puede verse, mientras en el chiste el mecanismo de la producción de placer exige la participación de tres personas, en las situaciones cómicas sólo se requieren dos. Y, por otra parte, mientras que el chiste debe ser elaborado (por medio de juegos de palabras, asociaciones de ideas, etc.) lo cómico lo descubrimos, nos encontramos con ello y lo disfrutamos incluso sin tener que comunicarlo a una tercera persona.
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El humor

Freud encuentra que el otro motivo de la risa, el humor, se halla más emparentado con la comicidad que con el chiste. Cuando en las situaciones que podrían ser cómicas los efectos dolorosos se imponen a cualquier otra apreciación, entonces el mecanismo del placer que produce la risa se ve obstaculizado.

Pero puede surgir otro tipo de ahorro de gasto anímico y este depende de la capacidad de las personas para sobreponerse a las situaciones lastimosas: el humor. El humor es entonces un medio de conseguir placer a pesar de los efectos dolorosos que se oponen al surgimiento de la risa y tiene como consecuencia la disminución o atenuación de tales efectos en el ánimo de la persona.

El placer del humor surge a costa del desarrollo de la emotividad reprimida y por esto se puede decir que el humor es el resultado del ahorro de un gasto de afecto. En los casos en los que se presenta, la persona que sufre el daño puede conseguir placer humorístico, mientras que los extraños se ríen sintiendo placer cómico. Este proceso se realiza en la sola persona doliente, y ella puede disfrutarlo aisladamente sin tener que compartirlo. De modo que, mientras que en el chiste hay tres participantes y en lo cómico dos, en el humor basta con uno.

Los afectos asociados al ahorro de gasto anímico que se da en el humor pueden ser varios: compasión, dolor, disgusto, enternecimiento, etc. Hablamos de humor negro, de humor a costa de nosotros mismos o a costa de nuestros seres queridos. En este sentido, la ironía es esa expresión del humor en la que disimulamos nuestra hostilidad para evitar un desenlace doloroso. En todos estos casos, el humor cumple una función defensiva en la regulación de nuestra vida anímica, puesto que permite desplazar el efecto de displacer que amenaza con apoderarse de nuestro ánimo y lo convierte en placer sometiéndolo a la descarga (la risa).

En una anécdota citada por Freud, un reo condenado a muerte pide una bufanda mientras es conducido al cadalso. Cuando se le pregunta por la causa de su petición, dice con mucho dominio de sí mismo que debe abrigarse para no pescar un resfriado. Esta grandeza de ánimo en la que una persona puede actuar de modo habitual cuando esperábamos ver en ella un gesto de desesperación, es una muestra del ahorro de gasto de sentimiento que opera en el humor.

Cuando nos preparábamos para invertir gran parte de nuestra energía anímica en una intensa compasión por el condenado a muerte, este sentimiento se convierte súbitamente en algo inútil y es entonces descargado a través de la risa.

Si observamos detenidamente el curso de nuestra vida anímica, veremos como surgen y se desvanecen esas situaciones que reproducen, quizá a menor escala que en la anécdota del reo condenado a muerte, esa exigencia a nuestra “presencia de ánimo” que nos permite reír cuando tendríamos que llorar. Debido a ese alto grado de intimidad y cotidianidad, el humor se presenta con mayor facilidad que el chiste y la comicidad, pues mientras que en éstas nos damos como espectáculo a los demás, en el humor nos reservamos el placer de la risa para nosotros mismos.

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